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jueves, 29 de noviembre de 2012

LA LLEGADA



Trátame con dulzura si llego. 
Decaer no tiene que ser traumático, más que nada por no haber estado nunca arriba. Las escaleras son caminos quebrados en dirección al sótano. 
Trátame bien si rompo la cinta de llegada. Besos y flores. Agua fresca y batín a cuadros. Sonrisas o carcajadas también me valen. 
En ti deposito mi memoria cuando la pierda. Recuerda cuánto te quise. 
Cuando llegue habré triunfado si queda alguien cerca sin suficientes motivos para odiarme. Alguien a quien mis tozudos disparates les sean livianos, simpáticos, inofensivos. De mí depende llegar con posibilidades de que lo anterior se cumpla. Y si mis dientes se caen será por haberlos apretado con fuerza para conseguirlo. 
Unos llegan antes que otros. Y no es lo importante. Otros se quedan como estaban al salir. O peor. Y eso sí es importante evitarlo. 
Trátame con ternura si lo he merecido. Besos, susurros. Abrazos, canciones. 
Aunque sea un amasijo de huesos o una cáscara quejumbrosa trátame bien si llego, para que la muerte recoja un alma querida, inservible para ella, insobornable por tanto.

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