Me pillas buscando lo valioso que hay en mí.
Dentro de un rato saldré de la cueva con la respuesta.
Dificultosa búsqueda donde la luz no llega. Puede que me pierda si no recuerdo por donde entré. Hierros retorcidos jalonan mis sendas como escombros tras choques frontales con los pasajeros momificados. Aquí no llegan los bomberos. La cara se me llena de telarañas al acercarme a algunos rincones abandonados, incluso por las arañas. Oigo crujidos burlones al pisar caracolas vacías. En el estómago encuentro lápidas a medio disolver, huérfanas de muertos. Dicen que venimos de serie con un cielo y con un infierno. He dado ya dos vueltas y el paraíso que me toca parece no haber estado nunca aquí. Cuando salga pondré una denuncia por robo o por estafa. Algo se mueve cerca de lo que parece un antro. Son mis partes blandas quemando papeleras como furibundos manifestantes. Mejor refugiarme en la médula. Aprovecho para coger un nervioso y destartalado ascensor que me lleve a la parte más sensata. Hay ininteligibles voces gritando. Mas bien son gruñidos enloquecedores. Mi memoria miente más que recuerda. La razón me enseña tres cartas encima de un cartón para que elija una. Y la hipófisis me guiña el ojo derecho o el izquierdo indistinguible por un maltrecho maquillaje, a la vez que saca un pecho tan seductor como un pañal usado de la cuarta planta.
Necesito que me pilles saliendo con la respuesta.
Gracias por haberme guardado lo valioso que hay en mí.
Se hubiera ensuciado o perdido si me lo hubiera llevado dentro.
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