Al amparo de la extrañeza surgen las dificultades para vivir. Desde que recuerdo siempre fue igual. Tanta inutilidad acumulada en una misma persona produjo un mudo monstruo incapaz de articular palabras sensatas. Perdido y despistado opté por ser un ser antisocial y taciturno, quizá por no tener más a mano otras respuestas, otras opciones. Obligado a ganarme el respeto, acabé perdiéndolo. Luché contra la escena exterior sin comprender que era un simple decorado, sin apenas atisbar que la verdadera batalla se cuece dentro, bien dentro.
Las dificultades se me acumularon como lluvia en el mar.
Sin lucidez todo son sombras. Sin armas todo son derrotas. Y después de tanto darme contra mi propio muro he llegado a la conclusión de que no se me da nada bien vivir.
Espero que, al menos, la muerte se me dé mejor.
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