En el buzón de su domicilio le llegó una carta de desahucio que, con educadas palabras, le invitaban a hacer las maletas y salir de su hogar como quien va a hacer un viaje de placer con el Imserso hacia la felicidad sin pagar nada por ello y sin billete de vuelta. Su bien organizado destino no tenía más que ser recibido con agradecimiento y alegría. Además, le daban un mes para no pensárselo. Por entre sus temblores al leer aquel poético requerimiento surgieron unas insignificantes dudas que no darían mucho de sí. Nunca imaginó un final tan desorientado al final de sus días. Pero tal cantidad de palabras irreprochables lo dejaban tranquilo y, sinceramente, lo de la tranquilidad sí le recordaba sus deseos de juventud al soñar con su vejez. Y salió de su casa con la certeza de que era por su bien. Los compromisos se cumplen.
Y él era un hombre de palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario