Hay días del año que se llevan más allá del año que consumen. Que gastan más cera de la permitida. Que apagan más velas de las que el viento sopló.
Alrededor nos quedamos con las manos vacías, el pelo enmarañado y las opciones de ganar en la batalla reducidas a polvo.
Hay voces que dejan de dejar mensajes de voz en el móvil. Hay números de móvil que no volverán a llamar. Son los restos de las llamadas perdidas que, como inmóviles silencios, seguirán marcando deseos de comunicación sin completar.
Hay días que resumen un año. Hay años que resumen una vida. Y en resumen, lo que se fue pide su sitio en el recuerdo.
Suenan canciones tristes al final de la fiesta, quedando tras ellas un zumbido tan desalentador como insoportable. Es lo que queda tras un resumen duro y real. Pero, al no ser duros ni reales nos quedamos con el resumen alternativo del sueño sin rendición, nos quedamos con aquel resumen que, por fatal que sea, nunca será en balde. Hay días que son sacrificios que gratifican de por vida.
Y sin vidas no hay resúmenes.